lunes, 5 de marzo de 2012

Los Epónimos a través de la historia de la medicina

Los epónimos son palabras que surgen del nombre de una persona o lugar, que evocan su historia, alguna de sus características o peculiaridades, inventos…etc.
 Los epónimos más numerosos son aquellos que hacen referencia a términos médicos, ya sea a enfermedades, síntomas, signos, pruebas, rasgos patológicos o tratamientos.

 A lo largo de la historia de la medicina, se han producido hechos notables que se asocian a ciertos nombres propios. Los nombres de enfermedades, síntomas, signos, pruebas, rasgos patológicos tisulares, corresponden, como todos sabemos, a los sabios que las describieron por vez primera. La vida de estos hombres y mujeres es, en la mayoría de los casos, desconocida. En el momento histórico que les correspondió vivir quizá no fueran valorados plenamente.


John Hunter (1728-1793)   CHANCRO DE HUNTER
El siglo XVIII fue de gran trascendencia para la cirugía: ésta se convertía en una técnica, la profesión de cirujano pasaba a tener un rango universitario, y se comenzaba a aplicar el programa de Sydenham, contribuyendo así a enriquecer la observación clínica y la nosografía. Ya en el último tercio de la centuria, John Hunter, una de las figuras preeminentes de la historia de la medicina, iba todavía más lejos. Trató de fundamentar la patología quirúrgica en la investigación biológica y experimental. John Hunter nació en Long Calderwood, Escocia, en 1728. En 1784, con una formación escolar muy pobre, se dirigió a Londres para ayudar a su hermano Williams, que ejercía la cirugía, practicaba la ginecología e impartía clases de anatomía. También tenía una gran pasión por el coleccionismo tanto de piezas anatómicas como de libros, medallas, cuadros, etc.
John pronto se contagió de esta afición a la vez que encajaba bien en su nuevo trabajo. Ascendió a asistente y decidió seguir la misma carrera de su hermano. Entró como aprendiz en el Hospital de Chelsea, después estuvo en el Saint Bartholomew y el Saint George. Tuvo entre sus maestros a Pott y Cheselden
Consciente de su mala formación, William mandó a su hermano a Oxford para que estudiara. Sin embargo, pronto abandonó porque no se acostumbraba al latín y al griego así como a otras disciplinas que consideraba de poca utilidad. Continuó estudiando anatomía y haciendo disecciones de cadáveres humanos y de todo tipo de animales, ya que concedía gran valor a la anatomía comparada. En este terreno hizo algunas aportaciones de interés.
En 1761 su hermano murió de tisis y John entró como cirujano del Estado Mayor del Ejército y más tarde en la marina. Tomó parte en varias batallas ya que entonces Inglaterra estaba en guerra con Francia y con España. Como siempre ha ocurrido en la historia de la cirugía, las guerras le proporcionaron la posibilidad de adquirir experiencia.
Después de la paz de Paris de 1763 se licenció y regresó a Londres. Se instaló en una finca de las afueras y comenzó a coleccionar animales vivos y disecados, preparaciones anatómicas, etc. Su casa contaba con espacios para guardar las colecciones y para investigar todos los temas biológicos que se le ofrecían: morfología y fisiología animales, anatomía humana, técnica quirúrgica y patología experimental. La gran cantidad de dinero que esto necesitaba lo obtenía de su trabajo y de la clientela que acudía a sus consultas, así como de las clases de anatomía y de las conferencias que daba frecuentemente. En el año 1778 fue nombrado cirujano del Hospital Saint George. Su fama creció y acudieron muchos médicos a formarse con él; entre estos estaba Edward Jenner. Murió en 1793, víctima de un angor, tras una conflictiva junta directiva del St. George's Hospital. Hay que tener en cuenta que ya había padecido uno en 1773 y que arrastraba una sífilis que contrajo según diremos más adelante. Dejó una colección de más de 13.000 piezas anatómicas de hombres y animales que hoy se conservan en College of Surgeons.
Las aportaciones de Hunter a la cirugía fueron notables. Contrariamente a lo que sucedía entonces, éste comenzaba la enseñanza de la disciplina dando una idea general de la práctica quirúrgica y de los principios fisiopatológicos y terapéuticos aplicables a toda enfermedad o grupo de ellas. Creía que el tratamiento no podía ser eficaz si no se fundamentaba en un conocimiento de las causas y del mecanismo de enfermedad. Afirmó que, aparte de la anatomía, el cirujano debía saber también fisiología. Por último, inculcó la idea de que la cirugía manifiesta siempre un fracaso previo de la medicina.
¿Por qué se habla de chancro de Hunter? En su época no se sabía si la sífilis -enfermedad cuyo tratamiento estaba en manos de los cirujanos-era consecuencia de un contagio animado o la consecuencia de un veneno "acre y corrosivo". Dudaban de si había sífilis silenciosa sin síntomas o siempre se producía una sintomatología inmediata tras la "infección". Tampoco tenían claro si la blenorragia y la sífilis eran la misma cosa o dos entidades distintas. Para decidir si estas dos enfermedades eran lo mismo se inoculó pus gonocóccico. Sin embargo, éste procedía de un sifilítico ignorado. No sólo adquirió la sífilis sino que llegó a la falsa conclusión de que las dos enfermedades eran la misma. El chancro duro o de Hunter es, pues, la úlcera que constituye la lesión primaria de la sífilis. Todo esto se recoge en su libro A Treatise on the Venereal Disease ( Londres, 1786). Publicó además The Natural History of the Human Teeth (Londres, 1771), primera publicación científica sobre los dientes humanos, Observations on Certains Parts of the animal oeconomy (Londres, 1786), A Treatise on the Blood, Imflammation and Gunshot Wounds, publicado tras su muerte en Londres en 1794, en el que describe sus investigaciones sobre el mecanismo de la inflamación y la función curativa del proceso inflamatorio.
Como señala Sigerist, la importancia de Hunter radica en que abrió el camino a la observación y la experiencia de la cirugía para la medicina, haciéndola útil para ésta. Fue un cirujano práctico como el resto pero a la vez fue un científico. Su fervor hacia el empirismo se expresa muy bien en una de las cartas que dirigió a Jenner. En ella le decía: ¿Para qué pensar?, ¿por qué no ensayas el experimento?
Bibliografía
-Laín Entralgo, P. (1963). Historia de la medicina moderna y contemporánea. 2ª ed., Madrid, Editorial Científico-técnica.
-Dobson, J. (1970-1978). John Hunter, En: Gillispie, Ch.C. (Dir.), Dictionary of Scientific Biography. 15 vols. New York, Charles Scribner's sons, vol.6, pp.566-568.
-Sigerist, H. (1949). Los grandes médicos. Barcelona, Ediciones Ave.
-Wangensteen, O.H.; Wangensteen, S. D. (1978).
The Rise of Surgery. From Empiric Craft to Scientific Discipline. Folkestone, Dawson.
-Zimmerman, L.M.; Veith, I. (1961). Great Ideas in the History of Surgery.
Baltimore, The Williams & Wilkins Company.
©José L. Fresquet Febrer. Profesor titular de Historia de la Ciencia, Universitat de València
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 Albrecht von Haller (1708-1777)
 Asa, Anillo, Línea, Membrana de Haller
 Durante la Ilustración la fisiología acabó separándose de la anatomía y convirtiéndose en disciplina autónoma. Una de las figuras más destacadas de este periodo fue Albrecht von Haller. La magnitud de su obra fue inmensa; escribió textos de carácter enciclopédico, bibliográfico, anatómico, fisiológico, botánico, religioso, etc.; se conservan unas catorce mil cartas suyas; publicó miles de recensiones en los Göttinger Gelehrten Anzeigen; también editó textos clásicos.
 Nació en Berna en 1708. Desde muy temprano recibió una severa educación religiosa por parte del teólogo protestante Baillodz, que le influyó a lo largo de su vida. Estudió medicina en las universidades de Tubinga y de Leiden. En esta última fue discípulo de Boerhaave y a los diecinueve años se doctoró con un trabajo sobre el supuesto conducto salival de Coschwitz.En 1728 se trasladó a Basilea para estudiar matemáticas, con Bernoulli, y botánica. Un año más tarde regresó a su ciudad natal y en 1736 fue llamado por la Universidad de Gotinga para enseñar anatomía y botánica durante diecisiete años.

Fundó allí el anfiteatro anatómico y un jardín botánico, así como la revista científica Göttinger gelehrte Anzeigen, donde publicó unos doce mil artículos y reseñas.
También llevó a cabo una inmensa obra sobre la flora suiza donde aplicó un sistema de clasificación distinta al de Linneo. Este fue uno de sus periodos más fecundos; el laboratorio le permitió llevar a cabo sus trabajos de investigación. La Universidad de Gotinga llegó a alcanzar gran prestigio con él como profesor.
En 1753, en pleno éxito, Haller abandonó la ciudad. Los motivos no se conocen del todo. En Suiza ocupó cargos de tipo administrativo y rechazó interesantes ofertas realizadas por varias universidades. Fue nombrado director de las salinas de Bex, en el valle del Ródano, y gobernador del distrito de Aigle. Allí terminó sus Elementa physiologiae, prosiguió sus trabajos botánicos y mantuvo una intensa correspondencia con científicos de toda Europa. Desde 1764 residió en Berna hasta su muerte, acaecida en 1777.
Fue un personaje muy admirado y conocido en su época; incluso aparece citado en la Mémoires de Casanova como un hombre muy cortés con profundos conocimientos.
Sus primeros estudios fueron de tipo anatómico, y estuvieron influidos por Albinus (sobre todo lo que se refiere a la anatomía cuantitativa), Ruysch (le enseñó la técnica de la inyección vascular y le introdujo en la angiología) y Winslow (suscitó su gusto por las preparaciones topográficas, con los órganos in situ, y por las descripciones anatómicas "puras", como señala Laín.
Los mejores trabajos de tipo anatómico son los que dedicó a la angiología. La inyección vascular le permitió demostrar las anastomosis de la mamaria interna con las intercostales, la distribución de las arterias faríngeas, el origen de la arteria esplénica en el tronco celíaco y las conexiones de los senos cerebrales. Hoy se habla de los arcos de Haller (ligamentos arqueados externo e interno del diafragma, llamados también lumbocostales);
asa de Haller, (que forma el nervio que une los nervios facial y glosofaríngeo);círculo de Haller (anillo de pequeñas arterias en la esclerótica, que rodea la entrada del nervio óptico; anillo de venas debajo de la aureola del pezón; nillo fibrocartilaginoso en el cual se insertan las válvulas mitral y tricúspide del corazón); línea de Haller (cinta fibrosa a lo largo de la cara anterior de la piamadre medular); y membrana de Haller (capa vascular de la coroides).
La parte más importante de su labor científica y de su obra fue, sin embargo, la que corresponde a la fisiología. Para él esta disiciplina era anatomia animata (descripción de los movimientos con que la máquina animada es agitada), es decir, ciencia del movimiento vital. El movimiento de un organismo animal era para él resultado de una fuerza específica -"fuerza vital"- radicada en la estructura material y orgánica de las fibras en que ese movimiento acontece. La fibra animal es portadora de dos fuerzas distintas entre sí: una "muerta", la simple elasticidad observable en el cadáver, y otra "viviente", sobreañadida a la anterior, demostrable únicamente en el animal vivo y capaz de adoptar formas diferentes, según la índole de la fibra que posee. Esto nos sitúa ante el gran descubrimiento de Haller: la irritabilidad de los músculos.
Hizo experimentos para ver cómo respondían las distintas partes del animal a los estímulos exteriores como el calor, el alcohol, el cloruro de antimonio, la electricidad, etc. Se le considera así como uno de los personajes más relevantes de la ciencia experimental; es decir, en el progresivo esfuerzo por conocer las cosas conforme a lo que en realidad son. Llegó a las siguientes conclusiones: a) ciertas partes del organismo sólo poseen contractibilidad mecánica; b) Otras, sólo poseen sensibilidad que pierden cuando se seccionan los nervios; otras, aún seccionados los nervios, son capaces de reaccionar con un movimiento a los estímulos; d) hay partes dotadas de sensibilidad e irritabilidad. La estructura anatómica de cada una de esas partes del organismo permitió a Haller establecer la tesis general de que la sensibilidad es propiedad específica del nervio, y la irritabilidad, es exclusiva del músculo.
La irritabilidad y la sensibilidad son, pues, -como señala Laín, propiedades específicas e inmanentes de cada una de las dos formaciones anatómicas en que respectivamente aparecen, la fibra nerviosa y la fibra muscular. Por eso dice Haller que los nervios son simples moderadores o reguladores de la irritabilidad, no auctores suyos, y ésta es también la idea que le mueve a buscar el sustrato material de la irritabilidad del músculo. Las ideas básicas de Haller, su fisiología "vital", se sitúa, pues, entre el animismo de Stahl y el mecanicismo de La Metrie. Sobre ellas edificó su fisiología especial. Alguno de sus capítulos son originales suyos; en otros se limitó a ordenar y discutir el saber de su época.
Haller también estudió la fecundación de los mamíferos, especialmente de las vacas, ovejas y cabras. Llegó a descubrir el desprendimiento del óvulo desde el ovario así como la formación del cuerpo lúteo.
Recopiló los trabajos llevados a cabo desde el siglo XVII sobre el latido cardíaco. Él pensó que el movimiento del corazón reposaba directamente sobre su teoría de la irritabilidad muscular: la fibra muscular es la más irritable del organismo. Observó que el corazón aislado seguía contrayéndose rítmicamente y proclamó el carácter miógeno del movimiento atrio ventricular: la irritabilidad de la fibra cardiaca sólo exigiría, para hacerse contracción rítmica, el estímulo mecánico de la sangre venosa. Haller y Spallanzani demostraron que la sangre penetra en las arterias coronarias durante la sístole cardiaca y sale de ellas en la diástole.
Bibliografía
-Laín Entralgo, P. (1963), Historia de la medicina moderna y contemporánea, Barcelona, Científico-médica.
-Laín Entralgo, P.; Albarracín, A.; Gracia, D. (1973), Fisiología de la Ilustración, En: Historia Universal de la Medicina, Barcelona, Salvat, vol. 5, pp. 45-64.
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 Hermann Boerhaave  (1668-1738)
 Síndrome de Boerhaave
Podemos considerar a Hermann Boehaave como una de las grandes figuras de la medicina en el momento en que ésta era un complicado conjunto de tradiciones valiosas, de revolucionarios conceptos nuevos, y de importantes novedades doctrinales y empíricas como la nueva anatomía patológica, la clínica de Sydenham y la naciente semiología mensurativa. Por otro lado, la filosofía y la cosmología científica, de las que era buen conocedor Boerhaave, contaban ya con una serie de construcciones sistemáticas despegadas de las medievales y escolásticas, tales como las que ofrecían Descartes, Spinoza, Newton y Leibniz. 
En este sentido se considera al gran médico holandés como a uno de los grandes sistemáticos, ya que trató de trasladar al terreno de la medicina estos nuevos esquemas. Según Lindeboom, en periodo de confusión, como el que dominó la medicina de comienzos del siglo XVIII, sólo podía ser útil un hombre dotado de una amplia visión y de un profundo conocimiento de las diferentes partes de la medicina.
Hermann Boerhaave nació en 1668 en Voorhout, Holanda. Era hijo del reverendo Jacobus Boerhaave y de su segunda esposa Hagar Daelder. En 1684 marchó a Leiden a estudiar teología y filosofía, periodo durante el cual mostró interés por otras disciplinas como la medicina. Acudía a las disecciones públicas de Anton Nuck y estudió tanto las obras de Hipócrates como las de Vesalio, Falopio, Bartholin y Thomas Sydenham. En 1693 obtuvo la graduación en medicina en la Universidad de Bardewijk, a la vez que abandonaba la carrera eclesiástica bajo sospechas de ser seguidor de Spinoza.
En Leiden ejerció la medicina mientras continuó formándose en varias disciplinas. En 1701 fue requerido por la Universidad para impartir las Institutiones Medicinae, o una especie de esbozo general de fisiología, de patología y de terapéutica. También daba clases privadas de medicina teórica, práctica, así como de "química". En poco tiempo su prestigió se acrecentó hasta el punto de que tras el intento de ser contratado por otra universidad, en Leiden le ofrecieron la primera cátedra que quedara vacante para que no se marchara. Tuvo que esperar seis años hasta que murió Petrus Hotton, heredando así su cátedra de botánica que iba unida a la dirección del Jardín Botánico. En éste pronto dejó huella de su paso convirtiéndolo en uno de los más admirados de Europa. Aumentó extraordinariamente el número de especies de este Hortus Academicus gracias, en parte, a su correspondencia y commercium de semillas con botánicos del resto de Europa. Aparte de publicar el catálogo (Index plantarum, 1710), se responsabilizó de la edición de la Botanicon Parisiense de Vaillant, y de facilitar la visita de Linneo a Holanda.
A pesar de ser un iatromecánico y un cartesiano convencido, también fue profesor de química -a la que consideraba un arte más que una ciencia-, y un hábil experimentador que utilizó el método cuantitativo sin omitir nunca los registros del peso y la temperatura. Trató de refutar a los alquimistas, a los que acusaba de hacer asevaraciones insostenibles y fantásticas. Entre sus logros está el aislar urea de la orina. Sus clases de química se recogen en sus Elementa Chemiae (1731).
Pero en lo que más destacó fue en la enseñanza de la clínica. En 1714 se le confió la enseñanza de esta disciplina "junto a la cabecera del enfermo" que había sido descuidada en los últimos años. Pronto la elevó al más alto nivel de toda Europa. Esta tarea la desempeñó durante un cuarto de siglo, hasta el momento de su muerte, en 1738, convirtiendo a la Universidad de Leiden en el centro europeo de la medicina. Allí acudieron estudiantes de varios países. Su esquema del plan de estudios médicos se conserva todavía en su esencia. Entre sus alumnos se encuentran nombres tan célebres como van Swieten, Haen, Cullen, Pringle, Heller, Fahrenheit, Prevoost, etc.
Sus aportaciones se recogen en dos textos no demasiado extensos: las Institutiones medicae y los Aphorismi. En sus descripciones patográficas acertó a elaborar el canon estructural de la historia clínica vigente hasta nuestro siglo.
Fue el primero en describir la rotura de esófago con salida del contenido gástrico en el mediastino; de ahí que se hable del Síndrome de Boerhaave. Se considera el grado más profundo de desgarro esofágico. Ocurre después de esfuerzos violentos para vomitar, tras comidas copiosas y excesos de alcohol. Cuando se produce la rotura, el paciente siente una violenta epigastrio-pretoracalgia, seguida de enfisema subcutáneo y ocupación pleural con o sin neumotórax. Se produce estado de shock y si el paciente no es operado antes de veinticuatro horas, sucumbe. Boerhaave describió esta rotura tras realizar la autopsia al Gran Almirante de la Flota holandesa quien murió después de sufrir un dolor agudo de hipocondrio. Su relato es un claro ejemplo de lo que afirma en sus Institutiones. Los fundamentos del saber médico son dos: la observación cuidadosa de los fenómenos que aparecen ante nuestros sentidos en el hombre sano, enfermo, moribundo y en el cadáver, y una severa indagación de lo que en el hombre se halla oculto a los sentidos y que sólo puede conocerse por razocinio.
Fundó allí el anfiteatro anatómico y un jardín botánico, así como la revista científica Göttinger gelehrte Anzeigen, donde publicó unos doce mil artículos y reseñas.
También llevó a cabo una inmensa obra sobre la flora suiza donde aplicó un sistema de clasificación distinta al de Linneo. Este fue uno de sus periodos más fecundos; el laboratorio le permitió llevar a cabo sus trabajos de investigación. La Universidad de Gotinga llegó a alcanzar gran prestigio con él como profesor.
En 1753, en pleno éxito, Haller abandonó la ciudad. Los motivos no se conocen del todo. En Suiza ocupó cargos de tipo administrativo y rechazó interesantes ofertas realizadas por varias universidades. Fue nombrado director de las salinas de Bex, en el valle del Ródano, y gobernador del distrito de Aigle. Allí terminó sus Elementa physiologiae, prosiguió sus trabajos botánicos y mantuvo una intensa correspondencia con científicos de toda Europa. Desde 1764 residió en Berna hasta su muerte, acaecida en 1777.
Fue un personaje muy admirado y conocido en su época; incluso aparece citado en la Mémoires de Casanova como un hombre muy cortés con profundos conocimientos.
Sus primeros estudios fueron de tipo anatómico, y estuvieron influidos por Albinus (sobre todo lo que se refiere a la anatomía cuantitativa), Ruysch (le enseñó la técnica de la inyección vascular y le introdujo en la angiología) y Winslow (suscitó su gusto por las preparaciones topográficas, con los órganos in situ, y por las descripciones anatómicas "puras", como señala Laín.
Los mejores trabajos de tipo anatómico son los que dedicó a la angiología. La inyección vascular le permitió demostrar las anastomosis de la mamaria interna con las intercostales, la distribución de las arterias faríngeas, el origen de la arteria esplénica en el tronco celíaco y las conexiones de los senos cerebrales. Hoy se habla de los arcos de Haller (ligamentos arqueados externo e interno del diafragma, llamados también lumbocostales);
asa de Haller, (que forma el nervio que une los nervios facial y glosofaríngeo);círculo de Haller (anillo de pequeñas arterias en la esclerótica, que rodea la entrada del nervio óptico; anillo de venas debajo de la aureola del pezón; nillo fibrocartilaginoso en el cual se insertan las válvulas mitral y tricúspide del corazón); línea de Haller (cinta fibrosa a lo largo de la cara anterior de la piamadre medular); y membrana de Haller (capa vascular de la coroides).
La parte más importante de su labor científica y de su obra fue, sin embargo, la que corresponde a la fisiología. Para él esta disiciplina era anatomia animata (descripción de los movimientos con que la máquina animada es agitada), es decir, ciencia del movimiento vital. El movimiento de un organismo animal era para él resultado de una fuerza específica -"fuerza vital"- radicada en la estructura material y orgánica de las fibras en que ese movimiento acontece. La fibra animal es portadora de dos fuerzas distintas entre sí: una "muerta", la simple elasticidad observable en el cadáver, y otra "viviente", sobreañadida a la anterior, demostrable únicamente en el animal vivo y capaz de adoptar formas diferentes, según la índole de la fibra que posee. Esto nos sitúa ante el gran descubrimiento de Haller: la irritabilidad de los músculos.
Hizo experimentos para ver cómo respondían las distintas partes del animal a los estímulos exteriores como el calor, el alcohol, el cloruro de antimonio, la electricidad, etc. Se le considera así como uno de los personajes más relevantes de la ciencia experimental; es decir, en el progresivo esfuerzo por conocer las cosas conforme a lo que en realidad son. Llegó a las siguientes conclusiones: a) ciertas partes del organismo sólo poseen contractibilidad mecánica; b) Otras, sólo poseen sensibilidad que pierden cuando se seccionan los nervios; otras, aún seccionados los nervios, son capaces de reaccionar con un movimiento a los estímulos; d) hay partes dotadas de sensibilidad e irritabilidad. La estructura anatómica de cada una de esas partes del organismo permitió a Haller establecer la tesis general de que la sensibilidad es propiedad específica del nervio, y la irritabilidad, es exclusiva del músculo.
La irritabilidad y la sensibilidad son, pues, -como señala Laín, propiedades específicas e inmanentes de cada una de las dos formaciones anatómicas en que respectivamente aparecen, la fibra nerviosa y la fibra muscular. Por eso dice Haller que los nervios son simples moderadores o reguladores de la irritabilidad, no auctores suyos, y ésta es también la idea que le mueve a buscar el sustrato material de la irritabilidad del músculo. Las ideas básicas de Haller, su fisiología "vital", se sitúa, pues, entre el animismo de Stahl y el mecanicismo de La Metrie. Sobre ellas edificó su fisiología especial. Alguno de sus capítulos son originales suyos; en otros se limitó a ordenar y discutir el saber de su época.
Haller también estudió la fecundación de los mamíferos, especialmente de las vacas, ovejas y cabras. Llegó a descubrir el desprendimiento del óvulo desde el ovario así como la formación del cuerpo lúteo.
Recopiló los trabajos llevados a cabo desde el siglo XVII sobre el latido cardíaco. Él pensó que el movimiento del corazón reposaba directamente sobre su teoría de la irritabilidad muscular: la fibra muscular es la más irritable del organismo. Observó que el corazón aislado seguía contrayéndose rítmicamente y proclamó el carácter miógeno del movimiento atrio ventricular: la irritabilidad de la fibra cardiaca sólo exigiría, para hacerse contracción rítmica, el estímulo mecánico de la sangre venosa. Haller y Spallanzani demostraron que la sangre penetra en las arterias coronarias durante la sístole cardiaca y sale de ellas en la diástole.
Bibliografía
-Laín Entralgo, P. (1963), Historia de la medicina moderna y contemporánea, Barcelona, Científico-médica.
-Laín Entralgo, P.; Albarracín, A.; Gracia, D. (1973), Fisiología de la Ilustración, En: Historia Universal de la Medicina, Barcelona, Salvat, vol. 5, pp. 45-64.

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 Reignier de Graaf  (1641-1673)
 FOLICULO DE GRAAF
Podemos situar a este médico en uno de los momentos de mayor esplendor de la anatomía descriptiva y en el que se produjeron las disputas sobre las teorías embriológicas entre los preformacionistas y aquéllos que defendían la epigénesis. Todo esto se produjo a lo largo del siglo XVII, en el que la invención del microscopio permitió en gran medida el desarrollo de las ciencias morfológicas y de la embriología.
 Reignier de Graaf nació en Schoonhoven, Holanda, en 1641. Comenzó sus estudios de medicina en 1660 en Utrech y los continuó en la Universidad de Leiden. Allí tuvo como maestros a Sylvius y Johannes van Horne.
 En 1663 publicó una especie de opúsculo sobre el páncreas y el jugo pancreático (Disputatio medica de natura et usu succi pancreatici) que fue traducido inmediatamente al francés y alcanzó varias ediciones. 
Prácticamente este fue el texto de referencia sobre esta glándula hasta los trabajos de Claude Bernard en el siglo XIX. En su trabajo afirma que el jugo pancreático es ácido y esto le lleva a hacer una serie de especulaciones en la línea de atribuir a alteraciones de este jugo las fiebres intermitentes.
Marchó a Francia ese mismo año y en Angers, en 1665, obtuvo el grado de doctor. Alternó estancias en esta ciudad con otras en París, donde pudo tomar contacto con destacados médicos.
Volvió a su patria en 1666 y se estableció en Delft para ejercer la medicina, ciudad donde también residía el microscopista Antony van Leeuwenhoek. Se dice que le propusieron que sucediera a Sylvius en Leyden, pero éste rechazó la oferta. La razón esta, quizás, en su condición de católico.
Se considera a de Graaf como uno de los creadores de la fisiología experimental. Tuvo mucha reputación en vida, lo que explica que se sucedieran las ediciones y traducciones de sus trabajos. Su obra fue muy alabada en siglos posteriores por Hermann Boerhaave, Antoine Portal y Claude Bernard. Este último lo consideró como un símbolo de la fisiología experimental.
Publicó trabajos sobre diversos temas aunque se le conoce, sobre todo, por sus aportaciones al conocimiento de los órganos reproductivos femeninos. Examinó y diseccionó ovarios de numerosas especies de mamíferos incluido el hombre. Para nombrar a las gónadas femeninas utilizó el nombre de ovario, término que también propusieron van Horne y Swammerdam. Describió los cambios morfológicos que sufrían los ovarios de acuerdo con las funciones fisiológicas de
la mujer. Describió lo que hoy lamaremos Folículo de Graaf, de la siguiente manera:
"qui glandularum ad instar ex multis particulis a centro ad circumferentiam recto quasi ductu tendentibus conflantur et propria membrana obvolvuntur. Hi globuli post coitum tantum in ovariis distinguntur, unus aut alter, prout animal unum aut plures foetus, in lucem edit"
La obra de donde procede este fragmento se titula De mulierum organis generationi inservientibus (1672). Es interesante destacar que Graaf se dio cuenta de la naturaleza glandular del cuerpo lúteo, descubrimiento que no se estabeció definitivamente hasta 1900 y que significó un extraordinario avance para la moderna endocrinología. No obstante, no supo reconocer la ruptura del folículo y creyó que como tal era lanzado a las trompas de Falopio. El huevo fue descubierto en 1826 por Ernst von Baer y el fenómeno de la ruptura del folículo se clarificó tras un largo debate en el siglo XIX que se prolongó, incluso, a los primeros años del XX. Siguió con detalle el embarazo de un conejo desde el apareamiento hasta el momento del nacimiento y lo ilustró en interesantes dibujos. Allí se representa al huevo viajando por las trompas con un tamaño mucho menor que el folículo, detalle que no parece que le llamara la atención.
Graaf también ideó técnicas novedosas para inyectar sustancias solidificables y coloreadas en los vasos sanguíneos del cadáver, practicada ya en el siglo XVI y reinventada de alguna manera en el XVII, que le valieron muchas disputas con otros científicos, entre los que cabe mencionar a Jan Swammerdam. Este le acusó de plagio ante la Royal Society de Londres, lo que le supuso no pocos problemas. Algunos han llegado a decir que estas agrias polémicas le costaron la vida. Sin embargo, parece que falleció por una enfermedad epidémica en Delft, en 1641, a la temprana edad de treinta y dos años.
En 1668 publicó también un tratado sobre los órganos reproductivos del hombre: De virorum organis generationi inservientibus, de clysteribus et de usu siphonis in anatomia, 1668. A pesar de que se reeditó muchas veces, su contenido, poco original, fue olvidándose con el tiempo.
Hay que señalar también que la iconografía que acompaña a las obras de Regnier de Graaf se considera de la máxima importancia. Las ilustraciones de sus trabajos fueron realizadas por buenos grabadores como Gérad Edelinck.
Bibliografía
-
Biographisches Lexikon der hervorrragenden Ärzte aller Zeiten un Völker (1962). 5 vols. München, Verlag von Urban und Scharzenberg, vol.2, pp.815-816.
-Gillispie, Ch.C. (1970-1978). Dictionary of Scientific Biography. 15 vols. New York, Charles Scribner's sons, vol.5, pp.484-485.
-Laín Entralgo, P. (1963). Historia de la medicina moderna y contemporánea. Madrid, Editorial Científico-médica.
-López Piñero, J.M. (1989). Lecciones de Historia de la medicina. Valencia, Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia.
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